Dios te salve, Reina y Madre de Misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra.
Dios te salve.
A ti te llamamos, los desterrados hijos de Eva;
a ti te suspiramos, gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre,
Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.
Imagen de Andrew Warran en Pixabay